Los presidentes de Estados Unidos, Barack Obama, y de Rusia, Dmitri Medvedev, suscribieron ayer en Moscú un pacto nuclear que remplazará al Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START-1, por sus siglas en inglés), suscrito en 1991 y que expira el próximo 5 de diciembre.
El hecho que se comenta es positivo por cuanto representa un nuevo paso en la reducción de los arsenales nucleares, renueva las expectativas con miras hacia la erradicación global de ese tipo de armamento y da cuenta del avance de un proceso que, aunque incompleto, ha logrado cambios significativos: si hasta hace poco más de dos décadas, en el contexto de la confrontación bipolar vigente en ese entonces, se percibía muy cercano el riesgo de una guerra nuclear entre Estados Unidos y la desaparecida Unión Soviética, que habría tenido consecuencias desastrosas para la humanidad, el programa de desarme ha logrado que de 1991 a la fecha la Casa Blanca y el Kremlin disminuyan de común acuerdo sus arsenales en 80 por ciento, y lo cual es en sí mismo prueba del avance de la civilización sobre la barbarie, y de la viabilidad de consensos multilaterales en beneficio de la paz mundial y la sobrevivencia de la especie.
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